miércoles, 26 de junio de 2013

Ahora era el padre el que guisaba



A partir de aquel día , en casa todo fue distinto. Jamás se volvieron a comer los sabrosos platos que preparaba la madre, pues ahora era el padre quien guisaba.
Dos veces a la semana había espaguetis con salta de tomate, que en realidad era el plato preferido de Ula. Pero al cabo de algunas semanas no podía ni olerlos, y mucho menos comerlos.
Los demás días el padre hacía verduras para todos, o freía un filete, que completaba con una rebanada de pan. A eso le llamaba “comida francesa”, pero Paul comentó un día que él no creía que en Francia comieran de manera tan penosa.
Además, al padre siempre se le olvidaba algo cuando guisaba. Unas veces no echaba sal o alguna especia. Otras ponía patatas, pero no caía en la cuenta de poner agua en la olla.
Un día estaban los cuatro en el salón jugando a las cartas mientras esperaban a que terminara de hacerse la comida. De repente, Paul dijo:
-Huele un poco raro.
Su hermano Karel levantó la cabeza y afirmó:
-La frase no es correcta ni suficientemente precisa. No huele, apesta.
-¡La coliflor! –exclamó el padre, y todos corrieron a la cocina.
Fue a levantar la tapadera de la olla, pero se quemó los dedos. Karel cogió un trapo de cocina y levantó la tapadera. Cuando la apartó, se abrieron durante dos segundos los pequeños capullos de la coliflor. Emitieron un resplandor rojo y brillaron más hermosos que la más hermosa de las flores. Y con la misma rapidez se tornaron grises e insignificantes y quedaron reducidos a ceniza.
_¡Maravilloso! –exclamó Ula_. ¡Qué flores más bonitas! Como las de la sepultura de mamá.
-Si –dijo papá, y clavó los ojos en la ceniza-, como pintadas y luego añadió-: Mamá era muy guapa, ¿no es cierto?
Paul dijo únicamente:
-Por eso se llama coliflor: porque le salen esos brotes tan hermosos…
-Tonterías –dijo Karel-. Con la ola tapada se ha producido un vacío y la col no ha recibido nada de oxígeno. Cuando he apartado la tapadera ha habido una fuerte y rápida oxidación. Eso ha sido todo.
-No obstante, ha sido bonito –replicó Ula-. Solo que ahora nos hemos quedado sin comida.

HEIN, Christoph (2005): Mamá se ha marchado, Madrid: SM, p. 34-36. (El Barco de Vapor, 177)
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